LA COMPAÑIA
LA COMPAÑIA
La historia de la construcción de este templo y su convento
uno de los íconos arquitectónicos más importantes del Nuevo Mundo, se remonta a
los primeros años de la colonia y la llegada de la orden jesuita a las tierras
de la entonces Audiencia de Quito.
Antecedentes
Nave central del templo.
La orden jesuita llegó a la ciudad de Quito el 19 de julio
de 1586, con el propósito de establecer una iglesia, un colegio y un monasterio
en esta ciudad. En el primer grupo de sacerdotes jesuitas se encontraba Juan de
Hinojosa, Diego González Holguín, Baltasar Piñas y Juan de Santiago.
La mayoría de solares para la construcción de iglesias ya
habían sido otorgados por el cabildo a los franciscanos, los mercedarios, los
agustinos y los dominicos. Sin embargo, en 1587 el cabildo les cedió a los
jesuitas un terreno en la esquina noroccidental de la Plaza Grande, pero los
agustinos demostraron su disconformidad con la decisión; por esta razón el
cabildo optó por establecerles en otro lote ubicado en dirección sur de la
Catedral.3 Poco a poco, y con el pasar de los primeros años, la orden fue
adquiriendo mediante compra varios solares vecinos hasta completar toda una
manzana de grandes proporciones, que se extendía desde el costado sur del
actual Palacio de Carondelet hasta la hoy llamada calle Sucre, y desde la calle
de las Siete Cruces (hoy García Moreno) por el oriente hasta la actual calle
Benalcázar por el occidente.
El problema con los terrenos adquiridos, es que estaban
cruzados por la quebrada de Zanguña, que bajaba desde el Pichincha y cruzaba
detrás de la Catedral, por lo que el hermano Marcos Guerra construyó varios
arcos de ladrillo sobre esta, de tal manera que el suelo quedase al mismo nivel
y después podrían levantarse sin mayores problemas los edificios del Colegio,
la Universidad, la residencia de los Padres, la Casa de los Estudiantes, el
Hospital de Ancianos y el Centro Procura de las Misiones del Mainas en el
Amazonas.
En 1622 inauguran la Universidad de San Gregorio, en el
edificio adjunto a la iglesia y que hoy constituye el Centro Cultural
Metropolitano, con autorización del papa Gregorio XV, del rey Felipe III y de
las autoridades de la Audiencia. La universidad estaba dotada de modernos
laboratorios, una biblioteca de 20.000 volúmenes que incluso admiró a los
miembros de la Misión geodésica francesa de 1736, y un profesorado de primer
nivel que incluía mentes brillantes como las de Juan Bautista Aguirre, Bernardo
Recio, Caledonio de Arteta, Juan de Velasco y Francisco Sanna, entre otros.4
En 1630, el nuevo Obispo de Quito fray Diego de Oviedo, le escribe al rey
Felipe IV: «En esta provincia ha habido Universidad y Estudios Generales de la
Compañía de Jesús, con sujetos muy eminentes que han regentado sus cátedras.
Hay muchos ingenios notables, y los profesores y maestros que tiene en ella la
Compañía, lo son tanto que podrían ser catedráticos de Alcalá...».4
Es por tanto, en medio de este escenario de saber y artes,
que la iglesia de La Compañía de Jesús de Quito iba tomando forma desde sus más
tempranos esbozos, hasta convertirse en una de las obras cumbres del barroco
mundial.
Construcción[editar]
En el año 1597 el hermano español Francisco Ayerdi se hace
cargo de los trabajos de construcción del templo de la orden jesuita en Quito,
contando para ello con la ayuda de José Iglesias y José Gutiérrez.
Lamentablemente, y pese a la buena voluntad, Ayerdi no reunía los conocimientos
necesarios para tan titánica empresa, por lo que se tomó la decisión de
reemplazarlo en 1605.8
Entre 1605 y 1614 el sacerdote italiano Nicolás Durán
Mastrilli recibe los planos de la iglesia, llegados desde Roma y aprobados por
la Compañía; y comienza a ejecutarlos con la ayuda del arquitecto vasco Martín
de Azpitarte, bajo la dirección de obra del también jesuita Gil de Madrigal
(español).4 Para 1614, ya parte de la obra estaba abierta al culto.
El hermano Marcos Guerra llega desde Italia en 1636 para
hacerse cargo de la construcción, a la que le imprime los gustos y formas del
Renacimiento, estilo en el que tenía vasta experiencia antes de convertirse en
clérigo.8 Es él quien introduce las cúpulas y bóvedas de cañón, además de las
capillas laterales ornamentadas con cupulines. A Guerra también se le atribuyen
los mejores retablos, la decoración completamente de oro y el púlpito.
Otros jesuitas que colaborarían en la obra a lo largo de los
años serían el padre Sánchez, los hermanos Simón Schonherr y Bartolomé Ferrer.
El hermano Jorge Vinterer fue el creador del retablo mayor.4 En 1722 el padre
Leonardo Deubler inició la construcción del impresionante pórtico de piedra
volcánica gris, que no pudo terminar porque la obra fue suspendida en 1725;
finalmente, en 1760 el hermano Venancio Gandolfi reinició los trabajos en la
fachada inconclusa, que fue terminada el 24 de julio de 1765.8 Hay que
recalcar que todas las obras concebidas por estos artistas europeos fueron
puestas en práctica por artistas indígenas y mestizos de Quito, que le
imprimían su sello personal a través de representaciones de flora nativa y símbolos
de los pueblos ancestrales de la Audiencia.
Cuenta la leyenda que el rey Felipe IV, que gobernaba España
en esos años, preocupado por el inmenso costo de la obra se asomaba a lo alto
de las torres de su palacio en El Escorial y miraba por el horizonte hacia el
oeste, diciendo: “Cuesta tanto la construcción de ese templo, que debe ser una
obra monumental; entonces, deben verse desde aquí sus torres y cúpulas”. No
sabía el soberano que el valor de ella no era por su tamaño, sino por la
belleza de su arquitectura, su construcción y de sus ricas piedras talladas
maravillosamente.
Arquitectura
El templo, por haber sido construido durante 160 años y con
diferentes arquitectos, maneja cuatro estilos en su arquitectura, aunque
predomina el arte barroco. Este es de fácil apreciación debido a la simetría
que hay al interior de la iglesia, puesto que en cada lado de ella constan la
misma cantidad de elementos; otra de las particularidades de este estilo es el
movimiento, producto de la forma como están diseñadas las columnas principales
del templo y el retablo mayor, lo cual produce la impresión de que se mueve
mientras se camina dentro de la iglesia. La luminosidad es otra de las
particularidades del barroco; las ventanas superiores de la nave principal
están colocadas con tal precisión que iluminan toda la iglesia con la luz del
sol.
Otro de los estilos que tiene la iglesia es el mudéjar o
morisco, que se caracteriza por las figuras geométricas que se observan en los
pilares. Este es un estilo completamente árabe que trajeron los españoles
debido a la influencia que tuvieron al ser dominados 800 años por los moros y
árabes.
El tercer estilo que podemos encontrar en La Compañía de
Quito es el churrigueresco, de marcada decoración recargada, y que está
presente sobre todo en las mamparas de la iglesia. Finalmente encontramos el
estilo neoclásico, que adorna la capilla de Santa Mariana de Jesús, y que en
los primeros años fue una bodega.
Planta
Cúpulas de La Compañía vistas desde San Francisco.
La planta del templo de La Compañía de Quito, comúnmente
comparada con la de la Iglesia del Gesú, en Roma, es la de cruz latina inscrita
en un rectángulo, típica de la segunda etapa del Renacimiento. Posee crucero y
tres naves sin tribunas a lo largo de las capillas: la central, que es alta y
cubierta con bóveda de cañón, y las laterales, que son bajas y cubiertas con
cupulines. Son estos detalles los que justamente la diferencian de su similar
romana, ya que la del Gesú posee una sola nave y tribunas a lo largo de las
capillas; de hecho, en lo único que se parecen es en la cúpula sobre el crucero
de las bóvedas que cubren la nave de la cruz latina9
Naves y crucero
La nave central, de 58m de largo por 26.5 de ancho, descansa
en sólidos pilares cuadrados que sustentan los arcos fajones unidos
lateralmente por arcos de medio punto, exhibe además una balaustrada y lunetos.
Las naves laterales, menores en anchura y altura, están enriquecidas con
pequeñas cúpulas y airosos cupulines que filtran la luz en sagrada penumbra.
Estas naves albergan seis capillas o retablos laterales, menores que los del
crucero, pero de delicada elegancia, variedad irrepetida y de un barroco
exultante, ya plateresco y churrigueresco. Estas están dedicadas, en la nave
norte a San José, El Calvario y San Luis Gonzaga; mientras que en la nave sur a
Nuestra Señora de Loreto, La Inmaculada y San Estanislao de Kostka.
Las capillas laterales, cubiertas con cupulines, se hallan
alumbradas con pequeñas ventanas caladas, por las cuales cuela tenue la luz.
Grandes arbotantes descargan el empuje de la bóveda central sobre los fuertes
muros exteriores de cal y piedra que delimitan el templo. Las tres naves se
separan con dos filas de pilastras, en las que descansan arcadas y sobre éstas,
los muros de la nave central con las ventanas necesarias para la iluminación.
El material empleado es la piedra para los muros y pilastras, y el ladrillo
para la arquería y el abovedamiento.
El crucero, de 26.5m de ancho, ostenta la imponente cúpula
de 27.6m de alto y 10.6 de diámetro, decorada interiormente con pinturas,
adornos, medallones con figuras de arcángeles y de cardenales jesuitas. Los
doce ventanales iluminan gozosamente las decoraciones y la balaustrada que
recorre el tambor. A los dos extremos del crucero se levantan los retablos
gemelos, de San Ignacio y San Francisco Javier, de enorme tamaño y exquisita
factura barroca.
Cúpulas
Vista interior de una de las cúpulas.
Las cúpulas, por el exterior parecen aplastadas porque no se
las peralta doblando el casquete, como fue costumbre muy usada por los
arquitectos de la segunda época del Renacimiento. Sin embargo, la del crucero
se muestra airosa sobre un tambor calado con ventanas de arco zigzagueado,
separadas por pilastras gemelas jónicas, coronada de su elegante linterna de
doce luces y destacándose sobre una azotea adornada de barbacanas, curiosa
reminiscencia medieval muy usada en la arquitectura quiteña en los siglos XVII
y XVIII, cuando en España no se la recordaba.9
Portada exterior
Detalle de la portada de La Compañía, Quito.
Puerta de la portada.
La característica portada exterior de La Compañía de Quito
está tallada íntegramente en piedra andesita ecuatoriana, e inició en 1722 bajo
las órdenes del padre Leonardo Deubler, pero la obra fue suspendida en 1725
para luego ser retomada en 1760 por el hermano Venancio Gandolfi, quien la
terminó en 1765.8 Según José María Vargas: «El simple cotejo de fechas explica
la diferencia de estilos entre el cuerpo de la iglesia y la fachada. Mientras
la estructura del templo delata el influjo renacentista, que de Italia trajo a
Quito el Hermano Marcos Guerra; en la disposición del frontispicio atenta el
dinamismo Barroco del siglo XVIII, que inició Bernini con las columnas
salomónicas del baldaquino de la Basílica de San Pedro de Roma».
Las columnas, estatuas y las grandes decoraciones fueron
ejecutadas en la cantera que los jesuitas tenían en la Hacienda de Yurac, en la
cercana parroquia de Píntag; el resto del material se trajo de una cantera en
la falda occidental de la colina de El Panecillo, junto a la ciudad. La
fachada, tal como ha llegado hasta nosotros, tiene más del barroco italiano que
del plateresco español y, en las pilastras altas, con cierto acento del barroco
francés.
Flanquean la puerta principal de entrada seis columnas
salomónicas de cinco metros de altura, estriadas en su tercio intermedio,
derivadas de las del Bernini en el altar de la Confesión de la Basílica de San
Pedro. De la misma manera, las puertas laterales están flanqueadas por dos
pilares de estilo romano corintio, todas ellas colocadas sobre un estilóbato a
paneles con decoración renacentista. Sobre el arquitrabe corre un friso
decorado con flores, estrellas, follaje, y sobre este la cornisa adornada con hojas
de acanto, que sigue los resaltos de la fachada estirándose en arco
semicircular para proteger un nicho formado sobre un frontón interrumpido que,
soportado por cuatro querubines, corona la puerta principal y da cabida a una
imagen de la Inmaculada Concepción rodeada de ángeles y querubines. En la parte
superior del nicho, otro frontón más pequeño contiene al Espíritu Santo en su
símbolo de paloma.
El segundo cuerpo, ubicado en la parte alta del anterior,
está compuesto de una enorme ventana central adornada de un frontón
entrecortado para recibir una gran cartela de conchas y de frondas con una
leyenda dedicada a San Ignacio, patrón de la orden jesuítica: «DIVO PARENTI
IGNATIO SACRUM». El frontón está apeado sobre modillones de hojas de acanto, y
entre ellos una tarjeta ornamental de gusto plateresco concluye la composición
de la ventana. Flanquean a ésta riquísimas pilastras cuyo capitel tiene una
sola fila de hojas de acanto (la superior), decoradas y compuestas a la manera
como componían y decoraban los muebles y objetos preciosos los orfebres y
ebanistas franceses del siglo XVIII; es decir con estrías horizontales y
grandes espejos decorados en su centro. Corre sobre ellas un entablamento que
recuerda el del primer cuerpo, y remata el conjunto en un tímpano semicircular
entrecortado para encajar un gran modillón en el centro, sobre el cual se
destaca la cruz jesuítica de bronce brillante, sobre característico espigón de
la crestería. Defiende la portada total una techumbre forrada de azulejos de medio
mogote.
El frontispicio enmarca, entre sus pilastras y columnas, los
nichos en que se exhiben de cuerpo entero las estatuas de San Ignacio de
Loyola, San Francisco Javier, San Estanislao de Kostka y San Luis de Gonzaga.
En las paredes del flanco, junto a la ventana, se hallan las de San Francisco
de Borja y San Francisco Regis. También se aprecian los bustos de los apóstoles
Pedro y Pablo junto a la puerta principal; y sobre el dintel de las puertas
laterales, los Corazones de Jesús y María, que atestiguan la antigüedad de la
fe y culto del pueblo quiteño a los Sagrados Corazones.
Cruz de la calle
La cruz de piedra que se aprecia en el costado exterior sur,
sobre la línea de fábrica de la acera, antes estuvo unida a la iglesia por un
hermoso pretil que cerraba el atrio. La base de esta, con sus estupendas
molduras y sus magníficas proporciones, hacen de ella un verdadero monumento
arquitectónico, digno de contemplación y estudio. Con razón, al hablar de la
iglesia de la Compañía de Jesús en Quito, el ilustre artista italiano, Giulio
Aristide Sartorio, dice: «Monumentos completos, como la Compañía de Jesús en
Quito, son raros aún en el Viejo Continente».
Torre del campanario
La torre del campanario, venida al suelo tras el terremoto
de 1859, debió corresponder totalmente a la grandeza de la iglesia, con su
altura de 180 brazos que la convertía en la más alta de la ciudad. Esta fue
recompuesta años después devolviéndole su estilo medieval tan particular; más,
otro terremoto en 1868, la cuarteó tanto que no hubo más remedio que deshacerla
hasta la altura de la barbacana.9 Las campanas que un día repicaron en la
torre se encuentran hoy en una sala adjunta a la iglesia, abierta al público
para que pueda admirarlas. Se trata de un conjunto de seis campanas de varios
tamaños y pesos, la más grande (que data de 1926) pesa 4.400 lbs; mientras que
la pequeñita y más antigua (datada en 1877) es de 140 lbs.
Interiores
Vista del techo.
La mayor característica de la decoración interna de La
Compañía de Quito son sus barroquísimas formas en madera de cedro tallada,
policromada y bañada con pan de oro de 23 kilates sobre fondo rojo.3 4
Destacan sobre todo el Retablo Mayor, en el ábside, y el púlpito ricamente
decorado.
Retablo Mayor
Retablo mayor y cúpula.
El retablo original era un símil de la fachada principal,
propio del sistema constructivo del estilo barroco; y el que actualmente se
aprecia mantiene la mayoría de esos rasgos. Cuando comenzó a levantarse se lo
quiso hacer de piedra y ladrillo, recién para 1735 cambió el diseño a madera,
con las directrices del hermano jesuita Jorge Vinterer, de origen alemán y cuyo
labrado demoró diez años (1735-1745).2 En enero de 1745, el afamado artista
Bernardo de Legarda, firmó un contrato con el Padre Rector de la Orden Jesuita
por medio del cual se comprometía a “Emprender la obra del dorado en el
tabernáculo del altar mayor de la Iglesia de la Compañía”.8 Legarda fue el
encargado de colocar las láminas de pan de oro, y su intervención duró 10 años
más, es decir que el trabajo total del retablo tomó finalmente veinte años
(1735-1755).
El gran retablo llena completamente el fondo del
presbiterio, cuyos muros laterales visten también ornamentación de madera
tallada. El retablo tiene tres cuerpos superpuestos, que se corresponden
perfectamente en su construcción arquitectónica; y cada cuerpo, tres secciones:
la del eje y las de los flancos. El cuerpo inferior tiene en su eje un gran
sagrario, convexo de traza y flanqueado de dos nichos aconchados, uno frontal y
otro lateral. Ocho columnas salomónicas, distribuidas convenientemente, separan
los nichos. Encima de cada uno de estos nichos hay otros circulares, trazados
sobre una repisa, y que llevan una venera en su parte superior con curiosos
relicarios a manera de bustos dentro de ellos. Flanquean a los nichos
inferiores, encima de su arco semicircular, dos cabezas de ángeles; y al
sagrario, dos embutidos en ademán de sostener abierta una cortina simulada.
Todo este cuerpo del retablo descansa sobre un estilóbato decorado con cartelas
que remata en un entablamento apoyado sobre las columnas y coronado por un
cornisón de ricas molduras. La decoración del friso está acentuada con cabezas
de querubines, y la de la cornisa con piñas pendientes de cada uno de los
ángulos formados por las diversas salientes de la quebrada línea arquitectónica
del altar.
Encima de la cornisa se levanta el segundo cuerpo, muy
semejante al descrito anteriormente; sus columnas salomónicas no son estriadas
en su tercio inferior como las anteriores, y se han eliminado los nichos
circulares sobre las grandes hornacinas, que se reproducen en ese cuerpo
exactamente como los encontramos en el cuerpo inferior del retablo. En lugar de
aquellos nichos se han colocado repisas, a la manera de los derrames de un
frontón, sobre las cuales se extienden dos figurillas rampantes, destacándose
sobre el fondo de una ventana. El sagrario del primer cuerpo se halla
reemplazado en éste con un gran nicho cuya bóveda pasa hasta el tercero, en
donde es flanqueada por cuatro pequeños nichos ovalados. Sobre este último
cuerpo viene la cornisa final que sirve de imposta para el doble frontón
interrumpido, dentro del cual un grupo de ángeles sostiene entre sus manos una
enorme corona. Cabe resaltar que el fuste de las columnas salomónicas del
segundo cuerpo del retablo tiene seis espirales, lo que indica una observancia
estricta de los preceptos, entonces flamantes, de Viñola; en cambio, el de las
del primer cuerpo tiene siete, si se han de contar las estriadas.
Los nichos contienen figuras de los santos fundadores de las
comunidades religiosas como San Francisco de Asís, Santo Domingo de Guzmán, San
Agustín, San Luis Gonzaga, Santa Mariana de Jesús y San Ignacio de Loyola. En
la parte alta lo adorna una corona simbólica de la iglesia católica, con la
composición escultórica del Espíritu Santo, Dios Padre, Dios Hijo, así como las
figuras de la Virgen María, San José y la Santísima Trinidad. Todo forma un
solo conjunto escultórico donde se juntan lo divino y lo terreno, atribuido a
Severo Carrión (excepto el Niño Jesús, tallado por José Yépez).
Púlpito
Otra pieza interesante dentro de La Compañía de Quito es el
púlpito, localizado al costado norte del la línea de arquería del templo.
Hermosamente tallado, contiene 250 pequeños rostros querubines y figuras de los
evangelistas Mateo, Lucas, Marcos y Juan, además de los santos jesuitas San
Ignacio de Loyola y Francisco Xavier. Un elemento especial es el niño Cristo
Redentor de origen europeo.2
Este púlpito es considerado moderno dentro de los acabados
de la iglesia, por cuanto es una restauración del original, el cual se dañó con
la expulsión de los jesuitas en el año 1900. El púlpito actual, con más de cien
años de construido, tiene forma de un cáliz y posee además de las figuras
centrales antes nombradas, figuras de la mitología griega, querubines, San Pablo
y Santa María Inmaculada. El púllpito tenía una función acústica debido a que
su cátedra (la parte superior) funcionaba como una especie de caja de
resonancia natural en donde la voz del sacerdote golpeaba, subía hasta el
tornavoz y era escuchada por toda la iglesia.
Presbiterio
Los muros laterales del presbiterio se hallan forrados de
revestimientos de madera, con dos tribunas caladas sobre medias pilastras que
flanquean las puertas de salida; todo ello lleno de profusa decoración floral
estilizada. Encima de las tribunas se ha figurado una abertura de arco
semicircular, dentro de la cual se dejan ver varios elementos arquitectónicos
formando un pórtico de frontón interrumpido, sobre el cual se halla un ojo de
buey que ilumina el presbiterio. Entre este conjunto y el retablo se hallan, a
lo largo del muro, catorce cuadros al óleo con los bustos de Jesús, María y los
doce apóstoles, formando parte integrante de la decoración del revestimiento.
La cúpula que cubre el presbiterio está decorada a estuco. Toda la decoración
del presbiterio tiene unidad completa en su variedad de formas, habiéndose
usado como principal motivo los follajes serpeantes y de acanto, que con tanta
preferencia y extremada delicadeza se trataron en la época del Renacimiento.
Naves laterales
Las naves laterales están formadas por ocho capillas de
planta cuadrada, abovedadas, con cúpulas rebajadas sobre pechinas y comunicadas
entre sí por grandes arcos. Las dos últimas capillas tienen dos inmensos
cuadros llamados El Infierno y El Juicio Final, pintados por el hermano
Hernando de la Cruz en el año 1620. Las otras lucen retablos, todos de estilo
churrigueresco y semejantes en su organización arquitectónica de dos cuerpos,
uno inferior sobre gran estilóbato y compuesto de un nicho central, flanqueado
a cada lado por una columna salomónica; y otro superior con nicho central,
flanqueado también por dos columnas salomónicas y dos hornacinas laterales o un
panel cualquiera decorativo. No hay espacio en estos retablos, por pequeño que
fuere, que no se halle cubierto con una labor ornamental; el mismo interior de
los nichos es un emporio de follajes; los entablamentos, un conjunto de
molduras realzadas con filetes perlados, huevos, flores, dardos, gallones,
guirnaldas y mil filigranas; las columnas salomónicas, un puro enrejado de
sarmientos de uva y, algunas de ellas, asidero de aves. La presentación de todo
ese aparato decorativo, exagerado y todo, es de un afiligranado tal que sólo
suaviza la aspereza de las formas arquitectónicas, sin destruirlas ni
absorberlas.
Mampara
Vista desde el altar mayor, con la mampara al fondo.
La mampara de la iglesia es una obra del siglo XVIII y
presenta talles muy ornamentados. Esta posee pilastras, a las que van adosadas
seis columnas salomónicas apeadas sobre basamento con modillones.9 En la mitad
de su decoración superior, que alcanza los 12 metros de altura, lleva un nicho
que aloja sobre una repisa la representación de San Juan Bautista niño. Durante
la época colonial esta mampara cumplía dos funciones primordiales: la primera
era impedir que el sonido ingrese o salga, de manera que no moleste a los
feligreses durante la misa; y la segunda era frenar el ingreso de los indígenas
que no estaban bautizados.
Coro
Detalle del órgano, en el Coro.
Ubicado sobre la mampara encontramos el coro de la iglesia,
sostenido por las pilastras de la primera. El antepecho es una rejilla de
grandes rosetones de serpeantes separados entre sí por estatuillas policromadas
que representan niños desnudos, limitada en su parte inferior por una greca de
arabescos y en la superior, por una doble cornisa.9 En este lugar se encuentra
un órgano (el segundo más grande de Quito que aún funciona) fabricado en
Estados Unidos en 1889. Posee 1.104 tubos que funcionan como fuelle manual que
permite que el sonido se eleve. Este instrumento solo es utilizado en
festividades especiales.
En el cielo raso, debajo del piso del coro y entre la
mampara y la puerta hacia la calle, que forman una suerte de zaguán,
encontramos un escudo con el emblema de los Jesuitas, discretamente ornamentado
que solo puede ser visto por quienes alzan la mirada al entrar al templo por la
puerta principal en el primer piso.
Comentarios
Publicar un comentario